domingo, 3 de febrero de 2013

Notas Siniestras Cap. 1.2


Respiré profundamente e intenté mantener la compostura en todo momento. Las lágrimas amenazaban con hacer acto de presencia con cada palabra que decía. Paré de hablar durante escasos segundos, quería recordar cada detalle de lo ocurrido. El policía, sentado en el sofá junto a mí, me miró con ojos comprensivos.


  • No es necesario que contestes ahora, podemos volver mañana.
  • ¿Cuál era la pregunta?. -pude notar como mi voz temblaba-.
  • Solo necesito que me describas lo que pasó. Cualquier detalle puede ser relevante.
  • Bueno, no se cómo empezar.-hice una pausa-. Estaba en la cocina dejando los platos, mientras que Joseph preparaba la película. Recordé que había algo de helado en el congelador. Lo encontré y fui al cajón a coger un par de cucharillas. Por un momento me sentí observada. Al levantar la mirada, en la oscuridad, vi a alguien.
  • ¿Podrías decirnos cómo era?. Algún rasgo, algo que te pareciera fuera de lo normal.

¿Algo fuera de lo normal?. Todo estaba fuera de lo normal, aquella pregunta era absurda. Y ahora esperará que le dé una descripción detallada para que puedan hacer uno de esos dibujos. Cosa que no iba a ser posible. Exhalé aire, necesitaba apaciguarme. Aquél hombre solo intentaba ayudarme.

  • No lo vi bien, estaba escondido entre las plantas del jardín.
  • De acuerdo, no pasa nada. Buscaremos alguna prueba, quizás haya dejado alguna huella. Aunque lo más probable es que sea un susto aislado, será mejor que toméis medidas de seguridad.
  • ¿Medidas de seguridad?
  • Sí, esta casa es grande. Podrías pensar la posibilidad de poner una alarma o una cámara de seguridad.
  • No creo que sea necesario.- intervino con brusquedad Joseph-.
  • Joe, paso la mayor parte del día sola y recibo mucha gente en casa. Es una buena idea.
  • Es una idea absurda.
  • ¡Acabo de ver a alguien espiándonos!.
  • ¿Sabes cuántos niños hay en el barrio?. No tenemos por qué alarmarnos.
  • Joseph, quizás tengas razón, pero me sentiría más segura.

Puso el ceño fruncido, cómo cada vez que intentaba buscar la mejor solución. Parecía que iba a estallar de un momento a otro, pero eso significaba que, al menos, iba a pensárselo. Sus labios se unieron en una fina línea, y en un tono algo hosco preguntó:

  • ¿Saldría muy caro?.
  • Todo dependería del tipo que escogiese. Para saber el precio con exactitud deberías pasarte por aquí.-le extendió una tarjeta-.
  • Me pasaré mañana.
  • De acuerdo, creo que ya hemos terminado. Les dejaremos descansar. Si hay alguna novedad les avisaremos enseguida.
  • Muchas gracias, agente.
  • Este es nuestro trabajo, si ocurre algo más no dude en llamarnos.
  • Le llamaremos.- dijo Joseph mientras les acompañaba a la puerta-.

Cuándo el agente se fue, la calma volvió a la casa, el silencio casi era palpable. El estrés de toda la noche me hizo mella y las lágrimas me humedecieron las mejillas. Intenté ocultarlas con mis manos, pero los sollozos no podían disimularse. Un momento después noté el cálido abrazo de mi marido, me acurruqué en su pecho y pude notar su respiración y el latido de su corazón. Nos quedamos así durante largo rato, cosa que agradecí. Cogió mi barbilla y con delicadeza levantó mi rostro hasta que nuestras miradas se cruzaron. Sus claros ojos mostraban una ternura absoluta, posó su mirada durante unos segundos sobre mis labios y me besó con delicadeza. Después se separo y pude ver como una sonrisa arrebatadora se formaba.

  • Nunca dejaré que te hagan daño, ¿y sabes por qué?. Porque si te alejaras de mí, lo perdería todo. Perdería la razón de mi existencia.

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