domingo, 23 de diciembre de 2012

No hay vuelta atrás



La resplandeciente luz ilumina cada rincón de la habitación. Los cortinajes están abiertos, para mostrar un mundo irreal, en el que la perfección y la virtud son la única meta. El dulce olor de las blancas rosas inunda el ambiente, entremezclándose con el perfume de la muchacha. Su tez, tan delicada como la porcelana, del color de la nieve al caer. Su dulce mirada se refleja en unos ojos almendrados del mismísimo color del cielo. Su belleza es incomparable, su pureza absoluta y toda ella un ser ficticio. Se encuentra atrapada en su propia realidad, retenida por el temor de defraudar a los demás. Pero no se siente completa, no muestra su verdadera personalidad. Aquella frustración le lleva a cambiar su perspectiva. Mira con adulación y miedo el único objeto que puede mostrarle la verdad, su verdad. Con sumo cuidado agarra el paño que lo cubre y tira de él, este cae en ondas a sus pies. Y deja al descubierto un espejo de gran tamaño, decorado con gran dedicación y detalle. El reflejo del espejo muestra una existencia diferente, la misma habitación sumida por una oscuridad absoluta. Una persona distinta se muestra ante ella, un chico de su misma edad. Un joven con el color de la noche brillando en sus ojos. Ataviado con un traje hecho de tinieblas, las mismas que rodean su mente y corazón. Extiende la mano con una pícara sonrisa grabada en el rostro. La chica aun tiene dudas de cruzar la línea, pero eso no es ningún obstáculo para él. Le muestra parte de su mundo en un solo gesto, acerca unas manos decididas al rostro de la chica, y en una suave caricia le arranca el velo que esconde sus secretos. Los ojos de ella se transforman por completo, la tenebrosidad se manifiesta con timidez. No son tan distintos como piensan, la única diferencia son sus mundos. Uno intenta encubrirlo, se avergüenza de ello. Sin embargo, en el otro puedes mostrar tu identidad. La chica lo piensa un momento, mira en su interior y toma su decisión. Acepta la posibilidad que le ofrecen y atraviesa el cristal, haciéndolo añicos. Jamás podrá dar marcha atrás, la decisión ha sido tomada. La línea ha sido traspasada y la verdad difuminada.

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